Conocida comúnmente como mal aliento, la halitosis, que puede llegar a afectar hasta a un tercio de la población, engloba el conjunto de olores desagradables procedentes de la boca con independencia de su origen, aunque en un noventa por ciento de los casos es producto de una deficiente salud bucodental.
De las múltiples causas orales que pueden provocar este problema, más de la mitad de las ocasiones se asocia con algún tipo de patología periodontal.
Debido a esta asociación entre la halitosis y la salud de las encías, una escrupulosa higiene oral diaria, sumado a una revisión periódica profesional, es la mejor forma de prevenir ambos problemas.
Si el problema ya es existente, una vez confirmado que la causa es intraoral, habrá que comenzar un tratamiento para reducir el número de bacterias que producen estos gases de olor desagradable y devolver el estado de salud y equilibrio a la cavidad oral.
Es importante aclarar dos conceptos: el primero es que en momentos puntuales como aquellos en los que vemos reducido el flujo salival (sueño, medicación, estrés…) y aquellos en los que existen cambios hormonales (ciertas fases del ciclo menstrual, embarazo…) los gases bacterianos pueden estar aumentados entre dos y cuatro veces con respecto a su valor habitual. El segundo es que pese al tabú social existente en torno a la halitosis, existen soluciones muy efectivas para solucionarlo.
“La mayor de las locuras es sacrificar la salud por cualquier otro tipo de felicidad” (Arthur Schopenhauer)